30 de marzo de 2012

Los grilletes de Dukan


Muchos andan hastiados con Pierre Dukan. En especial, sus compatriotas galos, que anhelan verlo a rayas y con grilletes por prometer lo que no tiene: la dieta infalible que nos hará bajar de peso sin dar nada a cambio. El arte del engaño, en este caso, puede salirle caro al enésimo gurú nutricionista, pues tanto La Orden de Médicos de Francia, como el Consejo Departamental de Médicos de París, han interpuesto la correspondiente demanda ante la justicia.

La mayoría, en nuestros círculos más o menos cercanos, conocemos a personas que la han probado. Y están más flacos, por lo que el conejillo de indias siempre suele contarlo con una sonrisa pegada a la cara (aunque los datos hablan de que un 80% de los franceses que la han probado, han recuperado su peso). Ahora bien: los insensatos, que a menudo duplican a sus opuestos, deberían leerse el prospecto de tal temerario, en el que la fatiga, los calambres, el cansancio, el estreñimiento, el mal aliento o el ‘efecto rebote’ están presentes. Sólo de pensar en los problemas para visitar el váter o en la amenaza de la halitosis, a uno le entran ganas de quedarse con los kilos a cuestas. No es tan maravilloso el universo Dukan, que parece dominar mejor la venta que el diagnóstico.

Pierre no deja de ser otro oportunista que ha sabido vender lo que mejor se consume: la ilusión de cambiar. Pocos son los egos que adoran su cuerpo, viven sin complejos y disciernen entre lo real y lo utópico. En este panorama, prometer una transformación rápida, indolora y permanente, es sinónimo de éxito inmediato. Sin embargo, según parece, los escépticos teníamos razón: el milagro Dukan es un pacto con el diablo, en el que perder kilos supone que nuestra salud mengüe. En otras palabras: adelgazarás, sí, pero es posible que desees volver a engordar. Sólo por el ahorro en chicles para mitigar uno de sus efectos, comienza a sonar más rentable quedarnos como estamos.

Tal ha sido la ristra de críticas, que Dukan parece haber conseguido un hito bastante meritorio: poner de acuerdo al gremio sanitario, al que uno debería escuchar antes que a nadie, en que su fórmula es tan pueril y vacía como sus homólogas. Sus adeptos son muchos (más de 12 millones se han hecho con su libro), tantos o más que sus detractores, pero estos últimos parecen cerca de ponerle los grilletes a tal despropósito. Y uno no cabe en sí de gozo por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario